«Charlie», sospechoso de zamparse a un escocés, ha provocado una «cocodrilomanía» en las islas
Mide seis metros de longitud, pesa 1.500 kg, su mandíbula cuenta con 66 dientes y una fuerza de presión de 1.770 kg. Responde al nombre de Charlie y su principal característica es que se come a los humanos entrometidos. Se trata de un cocodrilo gigante de agua salada, censado en Cooktown, en el noreste de Australia, localidad también llamada Cabo Cocodrilo. Esta semana los dedos acusaban a Charlie de haber atacado y haberse desayunado al escocés jubilado de 63 años Arthur Booker, mientras disfrutaba con su mujer Doris de unas vacaciones.
Lo que no pudieron hacer los khemer rojos (Booker era un veterano de la guerra de Vietnam) lo consiguió un cocodrilo: terminar con la vida de este hombre de Banffshire, que pasaba unas vacaciones al lado de su mujer. Parece que todo ocurrió el día en el que se disponía a abandonar el Endeavour River Escape, un cámping donde habían pasado dos días pescando en un río cercano a la ciudad de Caims.
Esta fue la sucesión de hechos que desembocaron en la muerte de Booker. Era el segundo y último día de acampada y pesca. Doris, su mujer, ya había recogido las cosas y estaba montada en el vehículo todoterreno cuando Arthur recordó que había dejado un par de cestas con carnada en la orilla del río.
Regresó allí solo y a pie, algo que los expertos en cocodrilos desaconsejan a menos que se tenga la pericia y habilidad de un Johnny Weissmuller o un Crocodile Dundee. Pasó el tiempo y Arthur no regresaba al vehículo. Nerviosa y preocupada, su mujer se aproximó al río. En el barrizal vio las huellas de un cocodrilo, restos de piel del reptil, la cámara de vídeo de su marido abandonada en la arena y una de sus zapatillas. La mujer dio la alarma y la Agencia de Protección Medioambiental inició la búsqueda del escocés. Para el anochecer se seguía sin tener rastro de Arthur. Solo se había recuperado su reloj de pulsera. A la mañana siguiente ya no había dudas entre los rangers australianos: a Arthur se lo ha había comido Charlie. «¿Pero quien diablos es Charlie?», preguntó Doris. Se trata de un cocodrilo de seis metros de largo, tonelada y media de peso y que sufre un proceso de inadaptación en la sociedad fluvial. «A pesar de su enorme tamaño sufre de un problema de timidez», explicó un ranger a la mujer. «Hay otros sospechosos», indicó otro ranger, con cara de esconder una escalera de color. «Sus amigos, Harriett, aún más largo, de 8 metros, y otro más pequeño, Blackie», que anida un poco más abajo del lugar donde los Booker habían acampado durante dos días. Este grupo de cocodrilos son conocidos por los locales como los ángeles del infierno. Si se confirma la muerte de Booker en las fauces de Charlie, este se convertiría en el primer ataque fatal de un cocodrilo a un humano desde el 2005, cuando Barry Jeffreis, de Townsville (Queensland, Australia), fue despedido de su canoa por un cocodrilo de cuatro metros en un río, a unos 50 kilómetros del cámping de Endevour River.
Entre 1985 y el 2007, se han producido 17 ataques de cocodrilos en Australia. Cinco terminaron con la muerte de la presa. Sin embargo, las cifras demuestran que en los últimos treinta años se ha producido un aumento continuo de los ataques de cocodrilos a humanos, debido en parte a la recuperación del cocodrilo de agua salada, que ha pasado de los 4.000 ejemplares que existían en 1978 a los 75.000 actuales.
Mide seis metros de longitud, pesa 1.500 kg, su mandíbula cuenta con 66 dientes y una fuerza de presión de 1.770 kg. Responde al nombre de Charlie y su principal característica es que se come a los humanos entrometidos. Se trata de un cocodrilo gigante de agua salada, censado en Cooktown, en el noreste de Australia, localidad también llamada Cabo Cocodrilo. Esta semana los dedos acusaban a Charlie de haber atacado y haberse desayunado al escocés jubilado de 63 años Arthur Booker, mientras disfrutaba con su mujer Doris de unas vacaciones.
Lo que no pudieron hacer los khemer rojos (Booker era un veterano de la guerra de Vietnam) lo consiguió un cocodrilo: terminar con la vida de este hombre de Banffshire, que pasaba unas vacaciones al lado de su mujer. Parece que todo ocurrió el día en el que se disponía a abandonar el Endeavour River Escape, un cámping donde habían pasado dos días pescando en un río cercano a la ciudad de Caims.
Esta fue la sucesión de hechos que desembocaron en la muerte de Booker. Era el segundo y último día de acampada y pesca. Doris, su mujer, ya había recogido las cosas y estaba montada en el vehículo todoterreno cuando Arthur recordó que había dejado un par de cestas con carnada en la orilla del río.
Regresó allí solo y a pie, algo que los expertos en cocodrilos desaconsejan a menos que se tenga la pericia y habilidad de un Johnny Weissmuller o un Crocodile Dundee. Pasó el tiempo y Arthur no regresaba al vehículo. Nerviosa y preocupada, su mujer se aproximó al río. En el barrizal vio las huellas de un cocodrilo, restos de piel del reptil, la cámara de vídeo de su marido abandonada en la arena y una de sus zapatillas. La mujer dio la alarma y la Agencia de Protección Medioambiental inició la búsqueda del escocés. Para el anochecer se seguía sin tener rastro de Arthur. Solo se había recuperado su reloj de pulsera. A la mañana siguiente ya no había dudas entre los rangers australianos: a Arthur se lo ha había comido Charlie. «¿Pero quien diablos es Charlie?», preguntó Doris. Se trata de un cocodrilo de seis metros de largo, tonelada y media de peso y que sufre un proceso de inadaptación en la sociedad fluvial. «A pesar de su enorme tamaño sufre de un problema de timidez», explicó un ranger a la mujer. «Hay otros sospechosos», indicó otro ranger, con cara de esconder una escalera de color. «Sus amigos, Harriett, aún más largo, de 8 metros, y otro más pequeño, Blackie», que anida un poco más abajo del lugar donde los Booker habían acampado durante dos días. Este grupo de cocodrilos son conocidos por los locales como los ángeles del infierno. Si se confirma la muerte de Booker en las fauces de Charlie, este se convertiría en el primer ataque fatal de un cocodrilo a un humano desde el 2005, cuando Barry Jeffreis, de Townsville (Queensland, Australia), fue despedido de su canoa por un cocodrilo de cuatro metros en un río, a unos 50 kilómetros del cámping de Endevour River.
Entre 1985 y el 2007, se han producido 17 ataques de cocodrilos en Australia. Cinco terminaron con la muerte de la presa. Sin embargo, las cifras demuestran que en los últimos treinta años se ha producido un aumento continuo de los ataques de cocodrilos a humanos, debido en parte a la recuperación del cocodrilo de agua salada, que ha pasado de los 4.000 ejemplares que existían en 1978 a los 75.000 actuales.

- "Se come a los humanos entrometidos" jajajaja.. a este teníamos que contratarlo para comer a mas de uno :) Que limpieza iba a hacer yo en la sociedad.. jajajaja. Buenísimo! Que miedo eso si :P


2 comentarios:
Pa q luego digais que le tengo miedo al agua. Y con razón.
Si hay cucudrulos, tiburones o choupas gigantes no me acerco ni al agua del grifo.
Una cosa es tenerle miedo al agua, y otra lo que tu haces!!!
Que ni siendo hippie se es tan guarro!!! Lávate!!
En Ons lo entiendo, aqui no :P
Publicar un comentario